Cullera se ha convertido en la meca de los refugiados cubanos. El centro de refugiados convierte la ciudad en polo de atracción para estos disidentes. Este centro debía haberse instalado en Torrevieja, que era el punto principal de enlace entre Cuba y Europa, origen de las famosas habaneras. Los cubanos están encantados con Cullera. José Luis García Paneque declaró haber venido «Del infierno a la libertad». Pero cada uno cuenta la feria según le va en ella. Pocos habitantes de Cullera saben del escritor Francisco Chofre, figura cubana de las letras que se estudia en todos los colegios. Especialmente su «Odilea» o el «Evangelio según San Paco», libros que encontré casualmente en una librería cubana y donde constaba que Chofre había nacido en Valencia en el año 1924.
A mi regreso a la Habana investigué la vida de este señor en la Asociación Cubana de Escritores, resultando estar vivito y coleando. Además residía en lugar muy céntrico del Vedado, un apartamento partido en una casa señorial de Avenida de los Presidentes. Le visité sin previo aviso y me abrió la puerta una mulata exuberante. Chofre me aclaró haber nacido concretamente en Cullera, pueblo desconocido en Cuba, y por ello ponía Valencia como nota de referencia. Este personaje era completo contrapunto a los que ahora están llegando a nuestras latitudes.
Chofre era feliz en la Cuba castrista: «Todos los países son dictaduras donde mandan unos cuantos huevones y los otros obedecen. Lo pueden disfrazar como quieras, pero la auténtica democracia no existe». Defendía así el régimen: «El gran acierto de Castro es haber instaurado una «follocracia», y permitir que aquí mande la jodienda. No hay otro país en el mundo como este. Si la población chinga, no hay ningún problema, aunque pase hambre».
«Desde que llegué, huyendo de la guerra civil, — o quizá del cerrazón de prostíbulos en Cullera que explicaba Levante-EMV en 1936— he tenido una amante detrás de otra. Cuando quería me casaba y me divorciaba, y siempre tenía a una linda muchachita esperándome en la cama. ¿A mi que más me da quien está dirigiendo la orquesta? Por aquellas calendas era presidente de la Diputación el Sr. Tarancón, gran bibliófilo, y me ofrecí como mediador para organizar su regreso a la patria. Le hubieran organizado gran recepción y seguramente editado por primera vez sus obras en Europa.
Pero Chofre se negó tajante: «¡Que collons tinc que tornar ara a Cullera? ¿Qué se m´ha perdut per allí?» El escritor pensaba que de todo ese tipo de homenajes a ancianos ilustres el verdadero beneficiado era el político que lo subvencionaba, con el dinero del pueblo. «Eso son autohomenajes de los políticos. Yo no pienso ser cómplice de eso».
Regresé en varias ocasiones a visitar a aquel viejecito valenciano que apuraba los últimos años de su vida entre ninfas mulatas y exuberantes, hasta que murió y su memoria se esfumó como un huracán caribeño agotado.
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