Además de las leyendas referidas a la torre de Santa Ana o de la Reina Mora y a la que le contaremos de la Virgen del Castillo, existe otra referida al castillo motivada, quizás, por el hecho de no saber con certeza las condiciones reales de la toma de la ciudad por Jaime I.
La leyenda cuenta el hecho de que el rey no pudo conquistarla en 1235 por la fuerza debido a que no encontró piedras redondas para emplearlas en sus fundíbulos y otras máquinas de guerra. Añade que fuerzas mágicas y misteriosas escondieron las piedras útiles en lugares recónditos por lo que el rey se vio forzado a levantar el asedio y, únicamente mediante un pacto celestial consiguió ocupar la ciudad en 1239. Una leyenda y un pacto celestial que se acentúa con la presencia del ángel con las alas extendidas a modo de protección que lleva en la cimera el escudo de la ciudad.
Al margen de ella, en 1239 el castillo de Cullera se entregó al rey de manera pacífica y con ello se cubrió el objetivo, lo que posiblemente dio argumentos para que, cuando se narrasen los hechos de conquista en la Crónica, el monarca silenciara los problemas de infraestructura por los cuales no consiguió tomar el castillo en 1235.
El camino en zigzag acaba en el Santuario de la Virgen del Castillo. Tomemos aire, bebamos agua, aspiremos el aroma a mar y a romero y observemos el paisaje antes de entrar en su interior y conocer sus características.
Y mientras observamos la panorámica, recordemos la leyenda asociada a la Virgen del Castillo, según la cual, un pastor de Utiel que apacentaba su rebaño en la barrancada de la ermita de Santa Marta escuchó un ruido procedente de una peña, cerca de una cueva. Cuando se acercó se encontró con dos imágenes de la Virgen. A una de ellas le faltaba un brazo y ésta fue la que entregó al clero de Cullera. La otra, la completa, se la llevó a su parroquia de origen, es decir, a Utiel. Al abrirse el culto en ambos templos al día siguiente, se comprobó que se habían cambiado de pueblo, de manera que la completa había vuelto a Cullera y la incompleta apareció en la parroquia del pastor utielano.
Dejando de lado la leyenda hay que aclarar que la imagen de la Virgen del Remedio, patrona de Utiel es de pequeñas dimensiones y se parece mucho a la Virgen del Castillo de Cullera, que es de mayor tamaño. Lo más probable es que las dos fueran esculpidas por el mismo imaginero.
El santuario de la Virgen del Castillo, dedicado a la Virgen de la Encarnación, patrona de Cullera, está junto a la fortaleza del Castillo. De hecho, con su construcción se perdió la albacara del mismo. Fue levantado en estilo neobizantino entre 1891 y 1897, albergó una comunidad de padres franciscanos hasta el año 2007 y según se explica en el retablo cerámico se realizó, en buena parte, gracias al esfuerzo de la gente del pueblo.
Sobre la fachada principal se erige la robusta torre de las campanas con una cúpula de tejas vidriadas de reflejo cobrizo. En el vestíbulo de entrada se puede admirar un zócalo con retablos cerámicos de los siglos XVIII y XIX, procedentes de la antigua ermita. En el presbiterio se encuentra el camarín con el trono y una imagen de la Virgen del siglo XV.
Recuérdese que desde el Santuario, el sábado siguiente al domingo de Resurrección, se celebra la fiesta de la “Baixà”, es decir, la bajada de la Patrona por el camino del Calvario hasta la ciudad, a la luz de los cirios, acompañada por la corporación municipal, por los bailes típicos al ritmo de la dulzaina y el tabal.
Vale la pena apuntar y reservar estos días, recordamos una vez más: el sábado siguiente de Pascua se celebra la “Baixà”, en la agenda personal para contemplar y vivir unas fiestas que mezclan lo religioso con lo profano, la tradición con la modernidad, el silencio con el ruido de los cohetes, la procesión marinera de la Aurora con los festivales de distinta índole que configuran unos festejos conocidos y reconocidos en los cuatro puntos cardinales.
El Castillo es, sin lugar a dudas, el monumento histórico más emblemático de Cullera y de la Ribera Baja del Júcar. Está declarado Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural y es una construcción iniciada en el siglo X, en plena época califal sobre ruinas de épocas anteriores, para mejorar la vigilancia y la defensa de la desembocadura del Júcar y proteger la ciudad de Valencia por el sur.
Su situación junto al Mediterráneo, dominando el Golfo de Valencia y la Ribera del Xúquer prueban su enorme importancia estratégica en tiempos pasados.
Monumento Nacional y Bien de Interés Cultural (BIC), esta fortificación es, un conjunto de elementos dispares en su forma y en su cronología, como corresponde a su prolongado uso, a sus distintos propietarios (con la conquista, Jaime I se quedó con la mitad del castillo quedando la Orden del Hospital como propietaria de la otra mitad aunque poco después pasó entero a ser propiedad de la Orden de Montesa) y a las sucesivas reformas, restauraciones y ampliaciones a las que ha sido sometida a lo largo de los siglos.
Antes de entrar de lleno en una descripción sucinta del castillo conviene detenernos en su explanada desde donde podremos contemplar la bahía en toda su extensión, incluyendo vistas de toda la costa, llegando, en días soleados, incluso hasta ver Denia y el Montgó, así como también la desembocadura del río Júcar, la Penyeta del Moro, las huertas y, a lo lejos, la torre del Marenyet—observatorio-defensa contra los ataques berberiscos—, y la laguna del Estany.
De la primitiva fortaleza quedan pocos restos, y se corresponden fundamentalmente con restos de torreones y lienzos de muralla esparcidos por la ladera de la montaña, así como vestigios arqueológicos y elementos fundidos con construcciones más modernas. Su primera albacara, por ejemplo, se hallaba parcialmente en el espacio que hoy ocupa el Santuario. El castillo tal como ha llegado a nosotros se corresponde con las reformas realizadas de forma prolongada tras la Conquista cristiana hasta prácticamente la Edad Contemporánea. El recinto amurallado consta de cinco torres, muy próximas entre sí, lo que le da un aspecto especialmente macizo y sólido: la torre Mayor o del Homenaje; la torre Baluarte, anexa a la anterior, construida en el XVI y diseñada para albergar la artillería; la torre Blanca o Cuadrada; la torre de Cap d’Altar, de época islámica, de planta redonda y lugar en donde se encontró el retablo de la Virgen; la torre del Raspatller, también de época islámica y que defendía el acceso al segundo recinto por la llamada Puerta Principal.
La defensa se articulaba alrededor del patio de armas, recientemente restaurado, también llamado Patio de las Cisternas por las dos que existen en su subsuelo, cubiertas con grandes bóvedas ojivales. De las diversas estancias residenciales que han sobrevivido destaca la Capilla, del siglo XVI, con planta en forma de “L” y bóvedas de crucería.
El castillo y la ciudad dispusieron de un perímetro defensivo que se extendía por la ladera de la montaña y delimitaba la albacara o zona protegida intramuros. Este amurallamiento se construyó a base de tapial de hormigón de cal con piedras, e incluía diversas torres, seguramente todas ellas de planta cuadrada excepto la llamada torre Octogonal, conocida también por el nombre de torre de los Escipiones por las monedas romanas encontradas en sus alrededores. Esta torre, en ruinas, todavía puede verse en la ladera de la montaña, solitaria e inhiesta. De ella partía la muralla, de más de 2m. de espesor, que unía las diferentes torres defensivas de la segunda albacara del castillo, a saber: la Torre Desmochada, la Torre del Racó o la Salut, la Torre Miranda y, finalmente, la Torre de la Reina Mora.
Como ya se ha apuntado, durante las Guerras Carlistas y ante la amenaza de un ataque del general carlista Cabrera, se construyó una nueva defensa de mampostería con aspilleras y garitas, denominada “la línea” que pretendía cerrar el acceso a Cullera desde el norte, es decir, desde Valencia. Nunca llegó a utilizarse y de ella se mantiene en bastante buen estado el llamado l´Alt del Fort. También, la fortaleza del castillo se fortificó intensamente recreciendo las murallas medievales con aspilleras y garitas que facilitaban el disparo de la fusilería.
Llegados a este punto hay que decir que no podemos perdernos la panorámica que ofrece el Fort al que se accede sin problemas desde el castillo porque es, realmente, espectacular. Desde allí es posible contemplar el panorama de la costa norte y sur de Cullera, así como la ciudad antigua y las tierras de cultivo, los arrozales y los naranjales, hasta las poblaciones de Sueca y de Favara. No en vano se ha denominado a este mirador como el Balcón del Júcar.
El Castillo de Cullera es propiedad municipal, se halla en muy buen estado, tras su reciente restauración, que ha permitido su apertura a todos los visitantes.
Ahora iniciaremos la vuelta por el mismo camino en zigzag que se ha utilizado en la subida hasta llegar a la Calle del Calvario y asi desembocar en la plaza del Mercado. Con ello seguiremos los mismos pasos que cada sábado después de Pascua viven y sienten los cullerenses con la célebre Baixà, la Bajada de la Virgen del Castillo, patrona de la ciudad.
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